Viaje del corazón: el impacto de los plantones de té en los años venideros
En la segunda parte de este blog, Elikanah Ng'ang'a, Responsable de Desempeño Social y Desarrollo de Capacidades de Oikocredit para África Oriental, reflexiona sobre la transformación de Ruanda y el Proyecto de Semillas de Té de Ruanda.
Escrito por Elikanah Ng'ang'a. Lee la primera parte del blog aquí >
Llegó la hora de dejar a los agricultores y volver a la capital, Kigali, para realizar otra prueba de Covid y poder volar de vuelta a casa, a Nairobi. Pero antes, la cooperativa había organizado amablemente un almuerzo para nosotros, los agricultores y Jean-Marie, nuestro consultor ruandés que ha estado trabajando con los agricultores durante los últimos dos años. Al sentarnos a comer, pudimos quitarnos las mascarillas y pude ver las sonrisas y la alegría que irradiaban los agricultores. Parte de su alegría provenía de la garantía de un mercado para su té. También recordé que nuestro socio, la fábrica de té Karongi, había firmado recientemente un contrato para suministrar té a Alemania, uno de los muchos frutos de nuestro proyecto.
Si alguna vez han estado en una mesa de comida con un grupo de africanos, sabrán que se comparten muchas historias y muchas risas. Al observar las risas en esta mesa, no pude evitar pensar que hace más de dos décadas, esto no habría sido posible. Esta zona no siempre fue verde y exuberante con plantaciones de té. Hace veintisiete años, esta sala estaba llena sobre todo de dolientes y personas que sufrían, pero ahora está llena de risas de personas llenas de esperanza. Me produce una gran tristeza pensar en aquellos oscuros años de genocidio y en lo que vivió este país. Pero también me produce una inmensa alegría cuando veo lo mucho que ha cambiado este país y cuando escucho historias increíbles que revelan transformación y esperanza.
En el viaje de cuatro horas a Kigali a través de este "país de las mil colinas", pasamos por lo que para mí es uno de los más tristes memoriales del genocidio. Este monumento es especialmente angustioso porque los asesinatos en el lugar ocurrieron en 1997, tres años después del genocidio ruandés de 1994. El lugar marca una masacre de estudiantes de secundaria. Los asesinos habían acudido al instituto para matar a una comunidad étnica. Pero cuando ordenaron a los estudiantes que se separaran para poder identificar quiénes pertenecían a esa comunidad étnica, los valientes estudiantes se negaron a separarse diciendo que todos eran ruandeses. Los asesinos, frustrados, decidieron matar a todos los estudiantes.
Al pasar por este monumento, no pude evitar pensar en la valentía de estos estudiantes. Su valentía y solidaridad siguen siendo un símbolo y una promesa para el pueblo de Ruanda, de que nunca más se separarán por motivos de tribu. Sin la separación y el odio dentro de las comunidades ruandesas, los opresores no podrían ganar. Me pregunté: ¿podría el mundo aprender de esto e inspirarse en ello? ¿Podría el mundo unirse contra la pobreza y la desigualdad? ¿Podríamos unirnos contra el cambio climático y salvar a las generaciones venideras?
Entonces caí en la cuenta. El mundo es como la gente con la que he estado en este viaje. Están los agricultores que me contaron cómo están plantando más árboles gracias a la formación recibida. Está el consultor de Oikocredit que ha sensibilizado y formado a los agricultores no sólo para que el cultivo del té sea rentable, sino también para que lo haga de forma sostenible. Luego está Oikocredit y las organizaciones afines que se guían por el impacto, con inversores que aportan su dinero tanto para la inversión como para el desarrollo de capacidades. Este es el mundo en el que estaba pensando y, si cumplimos nuestra parte, otros también la cumplirán. No podemos esperar a que el mundo cambie para nosotros. Al igual que este grupo de estudiantes de secundaria que se armó de valor para cambiar el futuro, todos podemos armarnos de valor y hacer el cambio para las generaciones venideras.
Tras un test de Covid negativo en Kigali, pude embarcar en un vuelo de vuelta a Nairobi. Al aterrizar en Nairobi, me sentí muy satisfecha con el trabajo que habíamos realizado juntos:
- La asociación de apoyo de Oikocredit en Alemania Occidental, que recaudó la mayor parte de los fondos
- Nuestra unidad de Innovación del Desempeño Social, que planificó el proyecto
- Los consultores que garantizaron la formación de los agricultores
- Nuestra fábrica de té asociada Karongi, que garantizó la producción de plántulas de té de alta calidad
- Dos cooperativas que seleccionaron a los agricultores necesitados y apoyaron la logística
- Para que este proyecto tenga éxito han tenido que salir muchas cosas bien. Lo que queda ahora es que esos plantones se adapten a su nueva tierra y, durante los próximos 30 o más años, den ingresos a los agricultores. Haremos un seguimiento en los próximos años para ver cómo se han adaptado los plantones.
Las dos cooperativas están ahora equipadas con los conocimientos necesarios para producir plántulas año tras año. Serán un vínculo importante para las generaciones de nuevos cultivadores de té en Ruanda. Se calcula que durante los próximos cinco años, cada cooperativa necesitará 1,5 millones de plántulas al año, lo que ayudará a los futuros cultivadores de té a iniciarse y a los actuales a expandirse. Al terminar mi viaje del corazón, abro la puerta de mi casa; sé, al igual que mi padre, que mi viaje fue motivado por el amor. Amor por mi trabajo y por la oportunidad de apoyar proyectos como éste que tendrán un impacto positivo durante muchos años.
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