Angela Kabwe: un sueño educativo aderezado con salsa de chile
Zambia es uno de los países con menor densidad de población del mundo, lo que no le exime de ser uno de los países más pobres: 19.600.000 millones de personas viven con menos de $2,15 dólares al día y un 61% de su población vive en extrema pobreza.
Dada la situación económica y social del país, no extraño que Angela Kabwe tenga una doble actividad profesional: dirige una escuela y produce salsa de chile.
Pionera en el mundo de los negocios
Angela tuvo que buscarse la vida ella sola desde muy joven y pronto comenzó en el mundo empresarial, abriendo un negocio de sastrería y diseño, pero el camino no fue fácil. Divorciada, con dos hijos y cuatro nietos, afirma que “además de criar a mis hijos tuve alrededor de 99 trabajos”
En un sector altamente competitivo como es la moda, decidió embarcarse en un nuevo viaje: la creación de una nueva escuela en su comunidad. Con tres clases y dos modestos aseos, la escuela abrió sus puertas, pero el camino no iba a estar desprovisto de obstáculos: “Vinieron los inspectores y me dijeron que tenía que poner 10 aseos y aumentar el número de clases”, relata Ángela. El apoyo del Centro de Emprendedores de Zambia y Oikocredit, colaborando conjuntamente desde 2017, se convirtieron en el combustible para su sueño educativo. Ahora, con 10 aseos y ocho aulas, la escuela continúa su expansión, contando con el talento de profesores cualificados.
Mientras tanto, su hija Anita, una joven recién graduada en gestión, decidió unirse a la misión de su madre. "No había trabajo cuando me gradué, así que pensé que sería mejor dirigir la escuela", comparte Anita.
Salsa de chile como alternativa
Una vez abierta la escuela, la dificultad de muchos padres para pagar las tasas escolares, se convirtió en una nueva problemática para nuestra emprendedora. Por este motivo, Ángela comenzó la producción de salsa de chile, lo que se convirtió en un salvavidas financiero crucial para su familia. "Producir salsa de chile me ayuda a mantener a mi familia cuando los padres de los estudiantes no pueden pagar las tasas escolares", explica Angela.
La semilla de esta idea fue sembrada por su exmarido, Daniel. Juntos se dedicaban a cultivar tomates y, ante los excedentes, surgió esta brillante idea que por ahora se realiza de forma manual sin el respaldo de máquinas. Actualmente, Angela vende tanto al por mayor como en mercados locales y ha conseguido contratar a seis empleados que le ayudan a distribuir las botellas en los campos circundantes, llevando así el sabor de su emprendimiento a cada rincón.
El viaje emprendedor de Angela también ha pasado por un curso intensivo de gestión y finanzas gracias a EFC y Oikocredit. "He aprendido mucho sobre finanzas y cómo administrar un negocio. Ahora soy feliz", afirma Angela, con una sonrisa de oreja a oreja, orgullosa por los logros alcanzados.
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